Hacía frío y un manto gris
empezaba a cubrir el cielo anunciando que otra negra noche invernal llegaría
antes de tiempo.
Aún era poco mas de
mediodía pero yo ya tenía claro en mi mente, que se presentaba otra noche
desapacible, esperaba que en cualquier momento nos asaltasen nuevos servidores
de los Gegos, no dejaba de mirar a todos los lados. Nos dirigimos a mi coche sin
que yo supiese dónde íbamos a ir. No pude evitar mirar a Eve con descaro. Dejé
de sentir miedo y me relajé. Era el cuerpo femenino más sensual que había visto
jamás. Sus curvas se dibujaban bajo sus ajustadas ropas negras y se reflejaban
en las oscuras claridades del día con una calidez desproporcionada.
Antes de darme tiempo a
preguntarle donde íbamos una vez más, la joven habló.
-Es una secta, o al menos
se podría encuadrar en lo que tú conoces como secta, que utiliza la energía
negativa de la “Madre Inteligencia” que desde hace millones y millones de años,
rige el destino del todo –explicó con una pasmosa tranquilidad, como si estuviese
hablando de famosillos de feria y de revistas amarillas-; esta Madre Inteligencia
dirige o mueve los ciclos del Universo, donde los humanos tan solo son un mero
instrumento a los que la madre inteligencia, tanto la positiva como la
negativa, utilizan como un simple vehículo en su viaje infinito.
“¿Qué?” Quise preguntar,
pero no me salían palabras, nuevamente dudaba de si la joven no estaba
tomándome el pelo tan solo.
-La energía que mana de la
inteligencia madre, es el poder que rige, no sólo los designios del hombre en
la Tierra, sino el devenir de todo el Universo -continuó-, y algunos hombres,
muy pocos, absorben esa energía de dos formas totalmente opuestas, lo que
llamamos el bien y el mal; los que son capaces de percibir la energía madre son
los lideres, los encargados de evangelizar al resto y de conducirles por los
caminos adecuados según sus distintos tipos de creencias, y ahí podríamos
incluir religiones, sectas y otros muchísimos grupos que son dirigidos por los más
extraños personajes.
-Pero -dije intentando no
liarme con lo que acaba de escuchar por boca de Eve-, aparte de esa poderosa
inteligencia, en el caso de los Gegos, las gentes que los representan no dejan
de ser personas como tú y yo, eso sí, delincuentes, que como en todas las
sectas, utilizan las debilidades de las personas.
-Sí, al menos la mayoría
de ellos –contestó impasible-, pero hay unos pocos que son especiales, su
proximidad con la Inteligencia Madre les hace poseer dotes especiales. El
peligro que mana de estas personas, es un peliro diferente.
Diferente. Sobrenatural.
-Tú has estado en la secta
por lo que pude sacar en claro de lo que dijeron esos chicos en tu casa –se lo
dije mirándola nuevamente, como si fuera una inocente e indefensa jovencita ¿Y
qué era realmente? Pues que iba a ser, era una simple muchacha liada con
historias sobre inteligencias poderosas y sobrenaturales que probablemente me
podría meter en más líos-. ¿Qué pasó?
-Sí, tienes razón, yo
estuve con ellos pero me echaron –contestó sin más.
-¿Y por qué? –insistí con
un cierto malestar en mis palabras.
Eve se encogió de hombros.
-Sé que percibo algunas cosas
desde muy pequeña que a la mayoría de la gente les parecería, ¿cómo decís?
Sobrenaturales, sí eso, y esa cualidad mía, al parecer, les molestó.
Nuevamente me asusté. ¿Sería
Eve una especie de bruja? Sentí su mirada.
La noche empezaba a caer
al tiempo que, según las indicaciones que la chica me iba dando, el coche empezaba
a abandonar la ciudad. Conduje convencido de que pronto desaparecerían los
edificios de la civilización normal hechos como Dios manda y enseguida
enfilaríamos la carretera de la noche anterior y aparecería ante nosotros el
siniestro cartel de madera que indicaba la localización de los Gegos. Sentí un
terrible escalofrío que me recorrió como un calambrazo toda la espalda.
Pero no, no terminábamos
de salir de la ciudad.
Que rápido había pasado el
tiempo. Eve, sentada a mi lado, parecía estar en su mundo, con su belleza
juvenil mezclada con un aurea de serenidad y oscura elegancia que me confundía
totalmente. Mi mente luchaba por reconocer que aquella muchachita escondía
algo..., ”especial”, místico, aunque yo no tenía muy claro lo que significaba esta
última palabra, contra la parte más real de mi, la que siempre había dominado
mi cabeza, que me decía que sólo era una joven alocada y probablemente algo
marginada.
-¿Vamos a ver a los Gegos?
-pregunté sin poder aguantarme por más tiempo, porque fuese lo que fuese
aquella chica, de lo que ya no tenía duda, era de que a su lado me había
embarcado en algo peligroso y desconocido para mí. Y tenía la extraña sensación
de que yo había cambiado en las últimas horas.
-No. Vamos a ver antes a
una persona, es una amiga.
Eve me volvió a
desconcertar y con tanta incertidumbre me hacía cabrear.
-Y como piensas ayudarme
entonces -el tono agrio de mi voz me disgusto enseguida. No quería que Eve se
enfadase. Puede que me estuviese tomando el pelo, pero me sentía en la gloria
teniéndola a mi lado.
-Ten un poco de paciencia
-no parecía enfadada por el tono que acababa de emplear en mis palabras, su voz
seguía siendo dulce y tranquila-, algo me dice que ahora “ellos” están en
alerta y podríamos correr peligro si nos precipitamos.
-Eve -dije mucho más
suavemente-, te agradezco el interés por mi bienestar, pero yo no creo mucho en
premoniciones.
-Te entiendo pero confía un
poco en mí, he dicho que te voy a ayudar y lo haré.
Seguí conduciendo en
silencio, sólo roto por las indicaciones que la chica seguía dándome sin que
por el momento abandonásemos la ciudad, por el contrario, nos adentramos en una
zona donde predominaban los bloques de pisos de no más de 4 alturas y que por
su aspecto, no pertenecían a gente demasiado acomodada.
Eve habló por su móvil
mientras yo aparcaba cerca de uno de los bloques donde una iluminación decente
brillaba por su ausencia, al menos es lo que yo hubiese deseado en aquel
momento. Una puñetera y decente iluminación.
Bajé del coche detrás de
Eve que se puso rápidamente su abrigo y se ajustó un gorro de lana sobre su
cabeza. La temperatura rondaría los 4 o 5 grados.
Dos oscuras siluetas se
dirigieron hacia nosotros. Y verdaderamente eran oscuras. Una pareja de edades
indefinidas, tal vez pasasen los 20 por poco, tal vez los treinta, se detuvieron
ante nosotros. La mujer abrazó a Eve que observándola más de cerca, no parecía ser
una chica mucho mayor que la propia Eve, tal vez veintitantos años. Sus ropas
eran un autentico culto a lo negro y en mi opinión a lo hortera, además, la chica
estaba pintada y maquillada abundantemente con unos macabros tonos que oscurecían
incluso a la propia oscuridad. Los dos individuos estaban cubiertos de un buen
número de pendientes por sus distintos órganos faciales.
-Es tu nuevo amor -dijo la
chica con una voz cansada pero que ocultaba un tinte de sensualidad.
-Noooo -Eve me miró
divertida-, Nika déjalo, está casado.
-Y eso a ti que te
importa.
-Oye que no soy tan puta,
ja ja.
-Bueno da igual, para que
le traes, para que le lea su futuro.
Aquella bruja me miraba de
arriba abajo con total descaro.
-No, necesitamos otra
clase de ayuda -tuve claro que Eve tenía algún obstáculo para mentar su
verdadera intención, pero aun así, habló con una provocativa tranquilidad-.
Necesito que me ayudes con los Gegos.
Ahora fue el varón el que
me miró. Enfurecido sin duda.
-Sabes que no queremos
nada de ellos –intervino el chico que no parecía dispuesto a colaborar, pero
Nika miró a Eve con preocupación-, y pensábamos que tú también te habías apartado
de ellos.
Pero sus ásperas palabras
de negación no parecieron doblegar a las dos jóvenes. Brujas, pensé.
De mala gana, el chico nos
abrió el paso hasta el pequeño bloque de pisos donde al parecer la pareja tenía
su vivienda. Sí me sorprendió la habitación de Eve, aquella casa casi me dejó
boquiabierto. Me recordó a una de aquellas casas de terror que había visitado
alguna vez siendo joven en las ferias, incluso temí que algún monstruo
disfrazado saliese de algún rincón con la intención de darnos un tremendo susto
según nos íbamos introduciendo por el pasillo. El negro reinaba en la casa,
incluso las paredes estaban pintadas de ese color; llegamos al salón donde como
principal mobiliario, había una estantería llena de grandes libros, aunque poco
numerosos. En un rincón, una enorme televisión de plasma reposaba junto a un
gran mosaico de tonalidades oscuras, iluminado por dos grandes candelabros
eléctricos que emitían una enigmática luz roja; el mosaico representaba un
baile de brujas, fantasmas y gente famosa muerta antes de su hora en
circunstancias no muy claras.
Junto al tapiz había un
cuadro más pequeño con una cruz formada por tres triángulos, y que según yo había
leído en alguna novela de misterio, se podía interpretar como un signo satánico.
No me extrañó encontrar aquel símbolo en aquel lugar.
-Es un ankh, símbolo de la
vida -me informó Eve como si adivinase mis pensamientos.
¿Símbolo de la vida? Me
quedé calladito mientras Eve y su amiga volvían a charlar animadamente como si
nada de la lúgubre decoración fuese con ellas, aunque desde luego, desde el
nombramiento de los Gegos, parecía que nos acompañaba una invisible nube gris.
El chico nos puso de
beber. Yo me tomé una cerveza, noté como el alcohol irritaba la herida del
interior de mi boca, mientras respondía a algunas preguntas que la chica me hacía
sobre mi hermano, con una gran educación y respeto, así como de su desaparición,
pareció fijarse en mi mejilla un poco hinchada y Nika, con mucha delicadeza, me
dio un mejunje que me alivió casi en el acto, después me ofreció un pantalón
vaquero para poder cambiarme
-Este seguro que te viene
bien –dijo mirándome de arriba abajo con unos ojos que irradiaban respeto.
-No, no, no puedo
aceptarlo.
-Claro que sí –intervino
Eve haciendo terminar la pequeña discusión.
Me cambié y enseguida entramos
en una habitación completamente vacía, tan solo unas velas rojas en los
rincones. Nos sentamos en el suelo. No había vaso ni ningún tipo de dibujo en
el suelo, pero al instante adivine lo que pretendían, quise protestar
nuevamente y decir que yo no creía en esas tonterías, pero sentí el calor y la
dulce presión de la mano de Eve en la mía. Me quedé calladito, los cuatro nos
dimos la mano y Nika comenzó a dirigir la sesión.
-Eve, tú eres necesaria, a
través de ti veré el momento de su debilidad, a través de él (no tuve dudas de
que se refería a mi) recibiremos la energía que su hermano nos pueda mandar.
Nosotros el enlace -después de concluir sus palabras me miró muy fijamente a través
de la penumbra del cuarto-. Quiero que cierres los ojos e intentes dejar a tu espíritu
vagar libremente por la habitación.
No sé si advirtieron mis
sorpresa, porque me quede pensando en cómo diantres podría hacer salir a mi
espíritu de mi cuerpo para qué se diese una vueltecita por la habitación, eso
contando con que yo tuviese alguna clase de espíritu dentro de mí. Pero cerré
los ojos. Hubo un relajante silencio y después volví a escuchar la ronca voz de
la amiga de Eve, “necesito que imagines a tu hermano, la última vez que lo
viste”
La hice caso, claro,
aunque más claro tenía aun que estaba perdiendo el tiempo con aquellas
tonterías. Intenté recordar a mi hermano la última vez que le vi, sonriéndome
preocupado, gordo, su físico se había estropeado un montón en los últimos
meses, justo delante de su casa, de pie, mientras yo subía a mi coche y
emprendía rumbo de vuelta a mi casa.
No sé cuánto tiempo estuve
así, respirando el fuerte pero agradable aroma que soltaban las velas, sintiendo
la cálida mano de Eve y escuchando el leve siseo de nuestras respiraciones.
Tampoco supe si mi espíritu llegó a deambular por la habitación apartado de mi
cuerpo, pero si noté en mis músculos la profunda relajación después de todas
las tensiones vividas en las últimas horas. No percibí la presencia de ningún espíritu
invocado, ni tan siquiera el más insignificante signo de que estuviésemos
haciendo algún tipo de espiritismo. No sé si me llegué a quedar dormido, el
caso es que la preciosa pero enérgica voz de Eve me hizo regresar a la realidad.
-Abre los ojos -ya me había
soltado la mano y estaban todos de pie, todos menos yo. Les miré. Comentaban
algo.
-Creo que lo mejor -decía
la médium gótica amiga de mi nueva amiga bruja- es que vayáis a ver a esa
persona, puede tener información y Eve..., por lo que más quieras, ten mucho
cuidado.
Por lo visto, la sesión parecía
haber tenido cierto éxito. Me sentí irritado, utilizado como un conejillo
indefenso. No me podía creer que me hubiese quedado dormido, tenía ganas de
reprochar un montón de cosas a Eve y a sus oscuros amigos, pero finalmente me
quedé de nuevo calladito.
Les acompañé al salón maldiciendo
para mí y Nika me invitó a sentarme en el sillón, un sillón sin patas pero
comodísimo, negro por supuesto. Miré mi móvil, tenía alguna llamada perdida y
varios mensajes, pero sólo miré la hora, eran las doce y media de la noche.
Nika me ofreció una
bebida, negra por supuesto, pero olía deliciosamente; a pesar de todo, ya
empezaba a caerme bien aquella bruja, o chica gótica, o lo que fuese, bebí sin
preguntar que era, aún tenía mejor sabor que olor, sabía ligeramente a café
mezclado con Dios sabría qué otra cosa.
Nika y Eve se sentaron
frente a mí, el chico parecía haber desaparecido y yo no iba a interesarme por él,
la gótica me volvió a hacer preguntas sobre mi vida, preguntas suaves, educadas,
con sincero interés, empezaba a sentirme muy a gusto hablando con aquella joven
oscura.
-¿Ya te habló de su gran “Inteligencia”?
– me preguntó Nika cambiando de tema.
Miré a Eve sin saber que
responder, adivinando que la pregunta era por ella, por toda su disparatada
teoría sobre poderosas inteligencias que me había contado horas antes.
-Sí, algo me ha dicho –contesté-.
¿Tú también crees en esa teoría?
-Bueno, no sé si en esa inteligencia
infinita de Eve de cuyo origen nadie quiere decir nada porque nadie lo sabe,
pero en algo he de creer, sí no, no hubiésemos podido realizar la sesión de espiritismo
que acabamos de hacer.
-Todo está relacionado
–intervino Eve-, tú puedes hacer espiritismo porque hay una energía a la que
dominas, o mejor dicho, a la que sirves de puente y eres capaz de encauzar para
que nosotros la percibamos, puedes conducirla.
-Tal vez todas esas energías
sean la misma –me permití apuntar y las dos chicas me miraron al unísono y se
echaron a reír sin que yo entendiese el qué las había hecho tanta gracia; yo
también las miré, irritado nuevamente, vaya pareja. Sentí que había llegado el momento
de interesarme por cómo había ido la sesión de espiritismo y en ese momento,
percibí las miradas de las dos chicas sobre mi pero con otro toque distinto,
noté un intenso regocijo por dentro que me quitó todas las ganas de pronunciar
palabra, estaba seguro de que Eve me miraba llena de sensualidad y pícaramente,
quise percibirlo a través de la penumbra, tal vez sólo eran imaginaciones mías,
pero me encontraba en la gloria; decidí dejar la pregunta para más tarde, pero
la situación cambió en milésimas de segundo, las dos parecieron olvidarse de mí
y comenzaron a hablar de sus cosas, cosas de mujeres, resignado dejé el vaso en
el suelo, vacio.
El sillón era comodísimo,
sentí que el cansancio me vencía, no en vano había dormido poquísimo en las
últimas horas, y esta vez no era por ningún aroma ni porque mandase a mi
espíritu a dar un paseo. Estaba agotado. Me dormí. También fue Eve quien me
despertó, una ligera claridad entraba por el balcón, estaba comenzando a
amanecer.
Eve me sonreía. “Nos
tenemos que ir” me dijo. Me despedí de Nika encontrándome mucho mejor que
cuando llegué a su casa, el chico continuaba sin aparecer. Salimos a la calle
donde nos recibió otro día gris y frio, pero al menos no llovía.