viernes, 17 de agosto de 2012

El marcador


          
El monstruoso marcador del estadio aguardaba ansioso el comienzo de la gran final, observando desde su privilegiada posición y entre luminosos destellos, como la multitud enloquecida esperaba a qué sus ídolos saltasen al centro del enorme coliseo donde se iba a celebrar la gran final; mientras, el marcador, en unos minutos de relajación, comenzó a mostrar imágenes del gentío, eligiendo al azar rostros peculiares y exóticas bellezas femeninas.

Fueron pasando imágenes entre los vítores del público hasta que en la pantalla se detuvo la imagen de una delicada belleza rubia; en ese mismo momento, mientras el acompañante de la bella joven se llenaba de regocijo y rodeaba a la muchacha con sus brazos besándola en los labios con especial devoción, los segundos corrieron más de lo normal, por unos instantes, el video marcador pareció estropeado, las luces saltaron entre un ligero zumbido y todo el estadio se quedó a oscuras.

Las luces volvieron entre el júbilo y el alivio de las miles de almas que poblaban la grada. En la pantalla volvía a leerse con luminosa calma los nombres de los equipos contrincantes del partido y sus respectivas alineaciones.

-¿Qué ha pasado? –preguntaron con cierto temor los finos labios femeninos que momentos antes se habían dibujado en el marcador.

Él la miro con cierta curiosidad, como si el apagón hubiese podido causar algún trastorno en los sentimientos de la muchacha, algo que era de extrañar porqué aunque se hubiese hecho la oscuridad total, estaban rodeados de más de 40 mil almas que no dejaban de gritar; en cualquier caso, fuese cual fue su temor, no tenía porque estár preocupada, ahora él estaba a su lado y era uno de los hombre mas poderosos de la ciudad.

-Solo ha sido un pequeño apagón pequeña –dijo volviendo a besarla y a abrazar el frágil cuerpo con sus brazos-. Ahora estás conmigo.

El partido transcurrió entre el vocerío de los espectadores y la victoria fue del equipo de él. La noche era mágica, después se reunieron en uno de los locales más selectos, un grupo selecto, se podía decir que un grupo de gente importante de la ciudad, gente vip.

Él era uno de los principales periodistas de la ciudad, presentador del canal local con más prestigio y audiencia, pero por poco tiempo, porqué ya había firmado un millonario contrato con un canal a nivel nacional. Joven, famoso y rico, y ahora con su dulce y hermosa acompañante rubia.

Los otros dos eran políticos, el teniente alcalde y el concejal de cultura (ambos con sus impresionantes compañeras femeninas), a través de este ultimo hacia ya dos años que había conocido a Fernán, “el tormenta perfecta” como se le apodaba en su hábitat y en su trabajo, que no era otro que el de Encargado General de Mantenimiento del club local dueño del Estadio donde se acababa de celebrar la gran final; a él le había pedido personalmente que mostrase a su linda rubia de una manera generosa por el video marcador.

-¿Y cómo se produjo el apagón? –intervino después de vaciar su vaso de vino el teniente alcalde, un hombre robusto de cara rojiza y aspecto saludable, el más mayor del grupo.

-Aun no se sabe –contesto Fernán mirando a su amigo, como quien recuerda un pesar ahora casi olvidado-. Ha sido una de las cosas más raras que he vivido profesionalmente, nadie del equipo ha podido dar con ello, ningún fusible, ningún automático, ningún cable en mal estado. Nada.

-¡Fantasmas! –la seriedad de la palabra del concejal asombro al grupo, a pesar de que todos conocían la afición del “tormenta perfecta” por las historias de ciencia ficción y de fantasmas que muchas veces servían para entretenerles en veladas aburridas-, jajaja no me miréis así.

-No debiste hacer eso –ahora todos miraron con asombrada seriedad a la belleza rubia que no había pronunciado palabra hasta ese momento, en especial el presentador que volvió a cogerla de la mano.

-Cariño…

A partir de ese momento, sin saber muy bien el porqué, la mayoría de los componentes del grupo fue perdiendo las ganas de continuar con la fiesta. Casi todos se fueron a sus casas, sin embargo, el presentador no dio demasiada importancia al suceso de su querida rubia, en otras circunstancias, tal vez se hubiera molestado porque su pareja con unos comentarios estúpidos, arruinase una noche de fiesta con sus amigos; pero ahora no, estaba demasiado enamorado y tan solo hacía diez días desde el reencuentro, porque había sido eso, un reencuentro.

Ella había sido uno de los amores platónicos de su juventud, del mismo barrio, siempre había sido una belleza que tenia locos a todos los chicos del barrio y parte de la ciudad, pero no una chica guapa cualquiera, ella tenía esa belleza que nada mas mirarla te sientes con la obligación de acogerla en tu seno y protegerla contra todos los males del mundo, dulce, frágil, rubia…, pero antes de que cumpliese los 18 desapareció, su familia no, solo ella.

El presentador nunca supo el porqué, y tras unos meses, como no podía ser de otra manera, la vida continuó y su mente casi la olvido por completo.

Pero hacia tan solo diez días la había vuelto a ver, así como si nada, paseando cerca de su antiguo barrio después de 8 años, y él había cambiando, era un hombre triunfador, su carácter había cambiando y era una persona totalmente decidida. Tan solo sirvió un saludo y decirla lo preciosa que se mantenía para que ella aceptase tomar algo con él; hasta el mismo se sorprendió de que en tan solo 4 días, aceptase salir con él y mucho más sorprendente que quisiese irse a vivir con él. Sus padres al parecer habían muerto hacia algunos meses y parecía ocultar, o al menos no quería hablar de su vida, de donde había estado en los últimos 8 años. Pero eso a él le daba igual.

Hicieron el amor nada más llegar a casa y él, como de costumbre en los últimos días cuando tenía sexo con ella, que por otra parte era con cierta frecuencia, quedo totalmente exhausto. Ella se entregaba al máximo y era totalmente complaciente hacia él.

Ni siquiera la preguntó el porqué de su extraño comentario después del partido. Se levanto desnudo y se dirigió a la concina a beber alguna bebida fresca.

Casi soltó el vaso. El ululante y acido sonido de la sirena de la alarma lleno de golpe toda la vivienda.

-¡Mierda que susto! –el presentador se removió inquieto, el maldito ruido de la alarma solo significaba dos cosas, un fallo electrónico o que algún desgraciado merodeaba con alguna jodida mala intención.

Busco su escopeta de caza.

El presentador siempre se había enorgullecido de su capacidad de control, un factor que sin duda le había ayudado a alcanzar el éxito, y en ese momento no iba a dejarse amedrantar por algo que bien podía ser una falsa alarma, además, en pocos minutos llegaría la policía.

Comenzó a descender las escaleras que conducían a la planta baja del chalet sujetando con firmeza la escopeta. El aullar de la sirena de la alarma daba a la oscuridad una sensación de vida, como si le hablase; prefirió no encender ninguna luz mientras sus pies se apoyaban silenciosos en cada uno de los peldaños.

Una sombra cruzó fugaz justo a los pies de la escalera.

-¡Quieto! –exclamo elevando su arma y presionando instintivamente el gatillo. Los reflejos de las sirenas policiales hicieron acto de presencia llenando la oscuridad del salón de destellos azules.

Respiró.

Termino de bajar las escaleras mucho mas tranquilo. La policía enseguida reviso cada uno de los rincones de la casa y del jardín. Nadie, ni la más mínima huella, probablemente un fallo electrónico, “pasa con cierta frecuencia” dijo uno de los agentes.

Sí, eso tenía que haber sido. El presentador enseguida despacho a la sombra del salón de los dominios de su razón.

El teniente alcalde también se presento en su vivienda y le prometió que los agentes rondarían con más asiduidad por la zona, a pesar de que era una zona residencial y contaba con su propia vigilancia privada.

-¿Qué ha pasado? –la débil y dulcísima voz hizo que todos los presentes girasen sus vistas hacia la escalera, todos se fijaron en la joven rubia cubierta tan solo por un minúsculo camisón transparente que cubría su cuerpo blanco y menudo pero a su vez dotado de unas generosas y sinuantes curvas.

-Cariño –el presentador se dirigió hacia ella con un notable gesto de desaprobación-, sube a dormir, todo a pasado ya, solo ha sido un fallo de la alarma. La chica volvió a subir sin rechistar cubierta por el brazo del presentador en un intento de taparla todo el máximo posible.

-Volverán –susurró la chica rubia.

-¿Qué? –el hombre no entendió bien la palabra de su nueva amante pero decidió no prestarla atención-. Duérmete, enseguida vuelvo.

Y efectivamente, al día siguiente la policía rondo con mucha más frecuencia de la habitual por la zona donde se encontraba la vivienda del presentador, aunque no diviso nada fuera de lo corriente ni mucho menos ningún sospechoso.

Dentro del chalet ya bien caída la noche, el presentador repasaba el papeleo de su nuevo contrato televisivo que debía de firmar el día siguiente; la belleza rubia estaba viendo la tele en la habitación, parecía ser la misma chica tímida envuelta en un aurea de sensualidad sin que sus comentarios de la noche anterior hubiesen tenido repercusión en su comportamiento…

“¡¡Aaaaah!!” el repentino chillido de su joven amor le sobresalto. Se levanto del sillón como si una poderosísima mano tirase de él. El vaso de whisky tembló encima de la mesita del salón.

-¿Cariño? –su voz sonó quebrada, el grito había sido de terror, como alguien al que arrastrasen unas manos negras al pozo más profundo; por un momento recordó las absurdas palabras de la rubia la noche anterior.

Se dirigió hacia la escalera. La escopeta había quedado en el piso de arriba.

¿Quién demonios estaba intentando asustarle de aquella manera? El presentador intento recopilar que clase de gente querría hacerle daño, cuantos enemigos tenía.

Comenzó a subir las escaleras.

De repente, la oscuridad invadió toda la casa como si alguien hubiese dejado caer una gruesa y gigantesca manta, tan solo rota por algún reflejo perdido procedente del exterior.

La alarma comenzó a sonar.

-Cariño –volvió a decir con algo más de intensidad, notando como las pulsaciones de su corazón se hacían cada vez más fuertes.

El presentador levanto su móvil y apretó una tecla.

-¡¡Aah Dios!!

El móvil cayo de su mano, la joven rubia estaba a su lado, casi pegada a él, más bien su rostro, pero no era ella del todo, su singular belleza se había deformado hasta el punto de formar una esperpéntica careta de horror.

La alarma dejo de sonar. La luz volvió.

A su lado no había nadie, tan solo estaba él sentado en mitad de la escalera intentando controlar su aterrada respiración; se levanto y reanudo su camino hacia el piso de arriba, busco la escopeta en el armario y sintió como el arma temblaba en sus manos a pesar de ser un buen cazador y llevar abatidas docenas de presas a sus espaldas; abrió la puerta de la habitación con el cañón del arma.

-Cariño -volvió a llamar rompiendo el silencio como un martillazo en una blanca pared de hielo.

La habitación estaba vacía, tan solo la televisión encendida, sin voz. El timbre sonó en la parte de abajo. La policía.

Entonces vio a la sombra, detrás de los cristales de la ventana, inmóvil, negra.

-¿Quién eres? –gruño levantando su arma. El timbre volvió a sonar con más insistencia-. ¿Qué has hecho con ella?

La parte de la sombra que parecía ser la cabeza se giro, dos pequeños puntos resplandecieron como ojos recién incrustados; el presentador apunto a la sombra, la escopeta resbalaba entre sus dedos sudorosos. “¡Hay alguien! ¡Contesten por favor!” la policía había dejado de tocar el timbre y a ahora golpeaban la puerta de madera.

La sombra salto al vacío y desapareció.

El presentador no consiguió enlazar una explicación convincente cuando minutos más tarde, la policía le pidió que relatase todo lo sucedido; se encontraba aturdido, también asustado, pero sobre todo aturdido, su amor rubio había desaparecido y no conseguía encontrar una lógica a lo acontecido en la vivienda, incluso los agentes de la policía que inspeccionaron toda la casa y encontraron todo en orden, estuvieron a punto de perder los nervios con las imprecisas y dubitativas explicaciones del presentador televisivo, afortunadamente, sus amigos políticos estaban a su lado para echarle un cable.

-¿Y si la buscaban? –dijo “el tormenta perfecta” que esta vez también había venido para interesarse por su amigo.

-¿A qué te refieres? –el presentador estaba más calmado, pero la pregunta de su amigo pareció volver a alterarle.

-Todo empezó después del partido y hubo un hecho raro –explicó-, si, cuando salió su imagen en el marcador la luz se fue de una manera un tanto extraña…, una vez escuche en un programa de TV algo parecido, a los fugitivos se les busca por medio de la energía, su energía, su aurea.

-¿De qué estás hablando?

-Espíritus –informo el político.

-Demonios más bien –corrigió “el tormenta”-. Los demonios pueden localizar a los fugitivos a través de las imágenes, pues son energía pura como todos los entes.

-No estoy para tonterías –dijo con serenidad el presentador llevándose las manos a la cabeza-, por favor prefiero que me dejéis solo, ha sido una noche muy larga y me espera un día muy difícil.

El presentador se quedo solo y totalmente contrariado, realmente le había pasado algo extraño pero de ahí a relacionarlo con fantasmas, o demonios…, su cabeza aun estaba aturdida, pero debía espabilarse y arreglarse, a pesar de todo, la vida seguía y en unas horas tendría que viajar para la firma del nuevo contrato.

“¡¡Bloumm!!” el ruido venia de arriba y le acompañaban otros ruidos menores pero más inquietantes, había algo en los otros ruidos, si, eran voces, voces ininteligibles.

Demonios. Recordó con temor la explicación de su amigo. Se volvió para hacer frente a quien estuviese en su casa, fuese quien fuese se había llevado a su amada y… en lo alto de la escalera estaba ella, su joven amor rubio, vistiendo el escueto y transparente camisón con el que había desaparecido y que dejaba contemplar gran parte de su frágil y blanca piel.

-Cariño –dijo el presentador-. Dónde estabas, estaba muy preocupado.

El hombre comenzó a subir la escalera con decisión al encuentro de su amada.

-No debiste hacerlo –el presentador se paró en seco, noto con toda claridad como su mano temblaba aferrada a la barandilla de metal y como el sudor, un sudor frio, brotaba por todo su cuerpo. La voz había sonado pegada a su oído a pesar de que la chica estaba unos cuantos metros más arriba.

-¿A qué...? ¿A que te refieres?

-Ellos han venido, me vieron.

Entonces comprendió que su amigo tenía razón, aquella voz que sonaba en su oído, fría y penetrante como el hielo, no era la voz de su amada.

-No lo permitiere sea quien sea quien te quiera llevar –balbuceo, intento continuar subiendo pero la piernas le pesaban demasiado, bloqueadas por el miedo.

-No lo entiendes –entonces ella sonrió dulcemente y comenzó a bajar las escaleras. Hacia él. A su encuentro-. No vienen a por mí.



                                                                   FIN

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