El chulo
ucraniano
Después de aquella primera
experiencia, desagradable pero corta, fue paulatinamente consiguiendo hacer más
o menos llevadero el pasar al reservado con un cliente y cada vez se le
revolvía menos el estomago y las voces desaparecían mas prontamente.
Pero un nuevo problema
apareció para la joven que también le hizo pasar más de un día de los muy
malos, ese nuevo problema se llamaba Andrei, uno de los matones de Denis que no
paró de acosarla desde el primer día y durante todo el tiempo que ella estuvo
en el chalet.
Sofía odiaba a aquellos
tipos de infinita arrogancia y prepotencia. No les soportaba y si algo había
admirado de su padre, había sido que a pesar de su autoritarismo y tiranía con
quienes le rodeaban, siempre había carecido de aquellos aires de arrogancia que
acompañaban a Denis y sus matones. Andrei era uno de los peores y aunque la
mayoría de las veces tan solo se limitaba a rodear su cuerpo con los brazos y
decirla estúpidas palabras al oído, había veces que rompía aquellos límites,
como una noche de últimos de julio en la que Sofía se encontraba disfrutando de
su corto tiempo de descanso en la relajante terraza que había en el piso de
arriba del chalet, tomándose un escocés en una de las cómodas sillas de
jardín. Andrei entró en la pequeña terraza y sin decir nada, se sentó al lado
de la joven, con una burlona sonrisa en su pequeña boca. Se quitó la fina
americana y comenzó a echar sobre la acristalada mesa un poco de aquel polvo
blanco que ella había observado que repartía --vendía-- a muchas de las chicas
y que le habían ofrecido en alguna ocasión. Siempre lo había rechazado, sabía
que aquella droga conseguía que muchas de las jóvenes aguantasen mucho mejor,
noche tras noche, aquel ingrato trabajo para muchas de ellas. Como en el sexo,
a ella nadie le había informado directamente sobre las drogas, y mucho menos en
el colegio interno donde estudió y donde esos temas eran prácticamente tabúes,
pero igualmente absorbía toda la escasa información que le había ido llegando a
través de algunos libros y de programas de televisión, y ya poseía suficientes
datos para saber del inconmensurable poder de adicción y destrucción para con
los humanos de aquella droga, muchísimo más que el alcohol, y ella era
consciente de que se encontraba en un buen momento para que aquella sustancia
pudiese convertirse en su dueña y señora; así que de momento intentaría seguir
aguantando su pesadilla tan solo con los combinados de su adorable escocés.
Andrei, con una pequeña
herramienta y con una gran habilidad, trazó dos blancas rayas de aquel polvo
sobre la superficie de la mesa y aspiró una de ellas a través de una especie de
pequeño canuto, invitando a Sofía a que le acompañase.
-Vamos princesa, es para
ti. Para que te animes y lo pasemos bien juntos -la dijo el rubio larguirucho,
aunque atractivo chulo, sin desprenderse de su hipócrita sonrisa.
Sofía estuvo a punto, como
lo había hecho en anteriores ocasiones, de aceptar la invitación y absorber
aquel polvo directamente hacia su cerebro. Quizá la terminase de ayudar a
mantenerse a flote en aquel espeso fango en el que estaba inmersa. Total... que
importaba ya. Finalmente desistió, con el pensamiento firme que aun perduraba
dentro de ella con cierta fuerza, de que quizá en un futuro, alguien le diese
una oportunidad para al menos, intentar ser feliz en una vida completamente
diferente.
-Te lo agradezco Andrei,
pero ya sabes que “paso” -dijo en un español que día a día dominaba más
correctamente. Pronunció las palabras sonriendo y muy suavemente. A pesar de
que aborrecía a aquellos matones, intentaba ser amable con ellos pensando que
sería beneficioso para ella, aunque en el caso de Andrei y dado el desorbitado
interés que éste tenía puesto en ella, pensaba que podría llegar a ser
peligroso.
Sin prestar demasiada
atención a las palabras de la chica, Andrei se levantó y se colocó detrás de
ella. El matón empezó a masajear con sus dos manos, el fino y elegante cuello
de la joven, continuó con los hombros desnudos hasta alcanzar los pechos, donde
detuvo sus manos.
Agachó la cabeza y susurró
al oído de Sofía:
-Vamos a un jacuzzi a pasarlo
bien, princesa.
Sofía permitió que las
manos del hombre desabrochasen la corta cremallera de la parte delantera de su
top y masajeasen sus senos desnudos con una brusca suavidad. Después de los días
que ya había pasado en España, no le hubiese importado meterse en el jacuzzi
con aquel cabrón si hubiese tenido la certeza de que después la dejaría en paz.
Pero intuía que pasaría justamente lo contrario y por ningún motivo quería que
alguno de aquellos semidioses la considerase su amante, su novia o algo semejante.
-No creo que Denis
aprobase que tú y yo nos acostásemos en horas de trabajo -dijo la joven
intentando persuadirle de su idea, mientras apartaba con energía las manos del
hombre y se levantaba abrochándose nuevamente la cremallera del top.
-Al diablo con Denis, a él
no le importa que tu y yo echemos unos buenos “polvos” -sentenció Andrei aunque
Sofía ya había cogido su bolso de encima de la mesa y había echado una última
melancólica mirada a su escocés que todavía llenaba prácticamente el
vaso.
-Lo siento de veras
Andrei, pero no creo que sea una buena idea -dijo dirigiéndose a la puerta de
salida de la pequeña terraza.
Pero con una gran
agilidad, el matón le dio alcance enseguida y agarrándola fuertemente de la
larga melena, tiró de su cabeza hacia atrás, haciéndola que se girase
bruscamente hacia él.
-¿Que pasa princesa?
¿Piensas que no la tengo tan grande como esos tíos que te follan a diario?
La muchacha dio un pequeño
grito de dolor y empezó a sentir miedo, pero en contra del terror que le agobiaba
los primeros días a que le hiciesen daño, aquel miedo no le hizo perder el
control sobre sí misma. Si aquel cabrón deseaba que le complaciese sexualmente,
tendría que obligarla.
-No deseo hacer el amor
contigo Andrei, quizá en otro momento.
La impresionante e
inesperada bofetada, hizo caer a Sofía al suelo a la vez que soltaba un
lastimoso y doloroso aullido.
El matón, después de coger
tranquilamente su americana y con una mezcla de guasa y de rabia, se despidió
de ella diciéndola:
-Te aseguro que acabarás
metiéndote en el jacuzzi conmigo, todas lo hacen, y te la meteré por todos tus
preciosos agujeritos princesa, porque no eres más que otra asquerosa puta.
La chica quedó tendida en
el suelo, sollozando y dolorosamente aturdida, bajo millones de parpadeantes
estrellas y el siempre hechizante reflejo de una creciente luna. De repente,
llegó a ella aquella desoladora amargura que la acompañó incansablemente
durante sus primeras horas en España y que afortunadamente la abandonaba
durante bastante tiempo en los últimos días.
Se levantó y sin dejar de
llorar se dirigió al pequeño aseo que había junto a la terraza y allí, escupió
un grumoso pegote de saliva teñido de un color rojo brillante. Se enjuagó hasta
que la pequeña herida del interior de su boca dejó de sangrar. Se miró en el
espejo. Su mejilla izquierda tenía un color ligeramente más oscuro que la otra,
aunque afortunadamente no estaba hinchada. Se puso un poco mas de maquillaje
hasta igualar el color de ambas mejillas y respiró hondo hasta que pudo dejar
de llorar. Se tomó una de las pastillas que llevaba en el pequeño bolso para
los dolores de cabeza y cogió su cubata. Se lo termino de beber prácticamente
de un trago y se dirigió hacia el bar para continuar con su trabajo.
Otro día de los muy malos o
pésimo, fue cuando descubrió de que se trataban las llamadas salidas y
que también tuvo como protagonista a su admirador Andrei y este cumplió su
promesa, al menos en parte.
Había pasado poco más de
una semana desde que Sofía recibió la bofetada y el mes de agosto estaba en su
plenitud. Había bajado de una manera notoria la afluencia de clientes al
chalet, por las vacaciones, según le explicaron y había días de diario en los
que apenas tomaba un par de copas de acompañamiento.
Durante aquel mes de
agosto había, en ocasiones, demasiadas chicas para los clientes que llegaban al
chalet, por lo que aumentaba la competencia entre las que estaban allí para
ganar dinero. Sofía no competía y su porcentaje de entradas a los reservados bajo
considerablemente en aquellos días al igual que el número de copas. Ella estaba
encantada, por supuesto, aunque intentaba que Denis no se lo notase demasiado
por si intentaba mandarla a algún sitio donde hubiese más trabajo.
Eran las tres de la
madrugada de uno de aquellos días en los que había poco trabajo, cuando Sofía
vio como se le acercaban Denis y Andrei. Este último, desde que la pegó, se
había vuelto a acercar a ella en alguna ocasión, pero Sofía ya no le sonreía y
quitándose rápidamente las manos que la ponía encima, se apartaba de su lado
sin mirarle a la cara. Ya no le tenía miedo. Imaginaba que el máximo daño que le
podía hacer era darla otra bofetada. Lo realmente importante para ellos era el
dinero y ella se lo proporcionaba en buena cantidad a pesar de no ser una de las
chicas que mas pasaba a los reservados, por lo que la tenían que mantener sana.
Además, por lo que había observado en todo aquel tiempo --Sofía era una
verdadera máquina de observación y retenía en su memoria toda la información
que la aportaba esa observación--, tenía casi plena certeza de que ella no
pertenecía a Denis y a sus secuaces. Ella estaba allí “prestada”. Ella era
propiedad de los “otros”, el grupo al que pertenecía Alex, su “consejero” y
cada vez más su amigo. Imaginaba que si alguno de los matones de Denis la
ocasionaba algún daño, podrían tener problemas con los “otros”.
Sofía sonrió a Denis y
sintió lastima de como un hombre tan increíblemente guapo, pudiese ser a la vez
tan odioso e inhumano.
Denis la saludó con
aquella maldita hipocresía.
-Tengo que explicarte algo,
preciosa -anunció-. Aquí tenemos algo a lo que llamamos salidas,
probablemente habrás oído algo a alguna de las chicas.
A ella nadie le había
hablado de ello, pero si había observado como en ocasiones, alguna chica
abandonaba el local en compañía de algún cliente en horas de trabajo y
recordaba también como en una ocasión, un hombre la propuso salir fuera del
chalet a tomar una copa y como notó la sorpresa de éste cuando ella le dijo que
no podía salir de allí, aunque el hombre no insistió.
-No sé nada de eso -contestó
intranquila, con su suave y preciosa voz de terciopelo.
-Es lo mismo -continuó
Denis-. El caso es que las chicas que trabajan aquí pueden salir un rato con un
cliente si éste paga la cantidad correspondiente. A ti no se te había dicho
porque como sabes, tú eres un caso algo diferente a las demás y tu salida se
hace dificultosa -Denis hizo una pausa y enseguida continuó con una gran
alegría en su voz-. Pero esta noche es distinto, nuestro buen amigo Andrei
quiere irse contigo a invitarte a una copa por ahí.
Sofía quedó perpleja y
aterrorizada, aquel cabrón no la iba a dejar en paz nunca.
-Pero yo no quiero irme
con él -exclamó enérgicamente, aunque con los ojos brillantes.
-Querida Sofía -dijo Denis
aumentando al infinito su hipocresía-, creía que lo tenías asumido, si un
cliente paga, tú no te puedes negar, ¿entiendes?
-Pero él no es un cliente
y no ha pagado por echar un polvo conmigo -dijo angustiosamente.
-Una vez que pague se
convertirá en cliente y te aseguro que pagará.
Sofía estaba a punto de
llorar de angustia y de rabia. Odiaba a aquellos tipos. Disfrutaban enormemente
viendo como explotaba su cuerpo día tras día con absolutos desconocidos para
que ellos ganasen dinero y no conformes, también ellos querían aprovecharse de
ella.
-Y si me niego -dijo
claramente a pesar del nudo que se la estaba formando en la garganta.
Denis la sonrió con una de
sus engreídas muecas.
-Eres lista Sofía. Sabes
que nadie te va a forzar a que te vayas con Andrei, ¿verdad? Pero te aseguro
que como no salgas por la puerta con Andrei, esta misma noche te llevaran, no
yo ni Andrei sino quien tu sabes, a uno de esos apestosos clubs donde algún apestoso
viejo terminara corriéndose en tu precioso coñito.
La joven llena de angustia
pensó que Denis tenía razón y si se negaba habiendo dinero de por medio
enseguida la volverían a mandar al correccional y de ninguna manera quería
volver al club. No pudo evitar ponerse a llorar, esta vez de rabia y odio más
que de miedo y angustia, ante la mirada atenta de algún cliente cercano que
seguramente se preguntaba muy morbosamente que la pasaría a aquella preciosa
“zorrita”.
-Vamos Andrei -le dijo a
su secuaz-, paga y llévate a Sofía.
El chulo ucraniano con una
gran satisfacción en su rostro, entregó una tarjeta de crédito al camarero que
se la devolvió después de pasarla por la máquina. Agarró a la chica por la mano
y tirando de ella, salieron del chalet.
Sofía se paso todo el
viaje hasta que llegaron al apartamento de Andrei, mirando por la ventanilla
del automóvil a la bulliciosa y dinámica, aun en agosto, noche madrileña.
Fue su peor experiencia en
todo el tiempo que trabajó como prostituta en Madrid, a pesar de que a aquellas
alturas ya era capaz de soportar el acostarse con un desconocido.
Andrei no era desconocido
para ella pues llevaba viéndole prácticamente desde que llego al chalet y
además, era un tipo físicamente agradable y limpio. Pero Sofía detestaba
profundamente a ese chulo engreído y orgulloso y el tener que estar simplemente
a su lado, lo aborrecía mucho más que estar con cualquier panzudo con aliento a
mil demonios.
Andrei hizo sentarse a
Sofía en el cómodo y moderno sillón de tres plazas que presidía el salón de su
apartamento. Mientras se sentaba, la joven pensó que lo primero que haría aquel
chulo seria sacar un poco de cocaína e invitarla a que le acompañase, pero por
contra, el hombre abrió una especie de nevera simulada entre un lujoso mueble
de madera, y sacó una botella de champan.
-Te gusta el champan
-afirmó el hombre más que preguntó con su inseparable sonrisa de hipócrita, y
sin esperar una respuesta de la chica, abrió la botella y lleno dos copas-.
Realmente no comprendo porque no te agrado princesa, yo simplemente quiero que
lo pasemos bien, como haces con los tipos que te follas en el chalet, pero da
igual, te dije que te meterías con migo en un jacuzzi y así va a ser princesa,
te guste o no.
Dio una copa llena de
champan a Sofía y enseguida, después de beberse la suya de un solo trago, se
arrodilló delante de la chica y le quitó la copa de su mano dejándola en el
suelo.
Sofía llevaba puesto aquel
día, un vestido blanco de una tela suave, brillante y muy fina que se ajustaba
perfectamente a todo su cuerpo; el vestido, más largo de lo habitual, la cubría
hasta por debajo de las rodillas y carecía de un escote demasiado pronunciado,
aunque en su parte inferior tenía una amplia apertura frontal que en ocasiones,
especialmente cuando la joven andaba lentamente, permitía contemplar parte de
sus brillantes y preciosos muslos en una espectacular imagen mezcla de erotismo
y sensualidad. El matón aparto la tela del vestido dejando al descubierto las
piernas y puso las manos sobre los muslos de la chica, comenzando a
acariciarlos con excesiva vehemencia, mientras intentaba besarla en la boca,
algo que le resultó prácticamente imposible, porque ella la cerró y apretó los
labios con todas sus fuerzas, intentaba que nadie la besase en la boca y muchos
menos se lo iba permitir a aquel matón. El chulo, al ver fallido su intento,
continuó bajando su boca por el cuello, mientras subía sus manos y descolgaba
los finos tirantes del vestido, dejando al descubierto el fino sujetador blanco
que desabrochó con gran habilidad.
Sofía estaba rabiosa,
estaba terriblemente cabreada porque aquel hombre al que detestaba con toda su
alma, estuviese encima de ella, besándola y tocándola. Desde que trabajaba en
el chalet nunca se había sentido así, simplemente, se había sentido angustiada,
con una inconsolable tristeza y con una infinita resignación ante su maldita
suerte. Probablemente antes de llegar a España, tampoco se había sentido nunca
así, ni siquiera cuando los secuaces de su padre la encontraron después de haberse
escapado junto a Shirko y la condujeron al piso desde donde partiría
directamente hacia Madrid sin darla ninguna explicación y sin que su padre
hablase directamente con ella. Desde entonces no había vuelto a saber nada de
Shirko. No sintió enfado, ni ira, solamente una infinita impotencia acompañada
de una terrible tristeza y amargura.
Pero aquel día en el piso
de Andrei, estaba cabreada, sentía odio y rabia; quizá aquellos días haciendo
de “puta” la habían endurecido el corazón y ahora era capaz de sentir un odio
inmenso hacia el hombre que en aquellos momentos la besaba y mordía haciéndola
daño en muchas ocasiones.
Sabía que no podía hacer
nada. Aquel hombre había hecho que pagaba por acostarse con ella, porque estaba
completamente segura de que Denis le devolvería su dinero si es que había
llegado a cogerlo, pero ante los “otros” había pagado y si se negaba
seguramente la esperaba el club. Debía aguantar hasta que aquella pesadilla
terminase lo más rápidamente posible, así que cerró los ojos y apretando los
labios rabiosamente, esperó a que Andrei terminase, mientras pensaba con
curiosidad, que las voces inquisidoras y las ganas de vomitar no habían
aparecido.
Al cabo de unos minutos en
los que el hombre sacio parte de su apetito, cogió la botella de champan y
condujo con premura a la chica hacia un espacioso cuarto de baño en cuyo centro
burbujeaba el agua de un gran jacuzzi.
-Ves -la dijo Andrei con
sorna mientras se desnudaba con una gran rapidez-, aquí también tenemos
jacuzzi. Termina de desnudarte princesa.
Sofía obedeció y terminó
de desnudarse lentamente, se metió despacio en el jacuzzi donde ya la esperaba
el matón. Se sentó apoyando su espalda en el borde, con el agua cubriéndola
hasta por debajo de sus pechos.
Enseguida el hombre, aun
con la botella de champan en la mano, volvió al ataque intentando besarla en la
boca, nuevamente sin suerte, y ante la sorpresa de Sofía, el ucraniano comenzó
a verter el líquido que quedaba dentro de la botella sobre su cuerpo.
Permaneció quieta sintiendo como el burbujeante champagne se deslizaba por su
piel mezclándose con el agua, a la vez que aguantaba las embestidas del chulo.
Al cabo de un rato, el
hombre apoyó sus brazos en el borde del jacuzzi y se estiró todo lo largo que
era.
-Vamos princesa cómetelo,
es para ti -la dijo con una voz ronca y entrecortada.
Sofía, prácticamente
obligada por el matón que puso sus manos fuertemente sobre su cabeza dirigiendo
su boca hacia el duro músculo masculino que surgía del agua como un mástil
carnoso, rezó para que su estomago no le jugase ninguna mala pasada; pero
enseguida se olvidó de su estomago cuando sintió como las manos del matón
apretaban mucho mas fuerte su cabeza por ambos lados y la obligaban a moverla
enérgicamente de arriaba a abajo. La joven agarró los brazos del hombre
fuertemente con sus manos intentando liberarse sin mucha fortuna. Escuchó
impotente los insoportables alaridos de placer del chulo ucraniano mientras que
en su boca abierta se introducía abundante agua del jacuzzi, pensando que se
ahogaría irremisiblemente si el indeseable Andrei no la soltaba pronto. Tras
unos eternos segundos, notó como la presión de las manos del hombre se aflojaba
de inmediato al tiempo que le notaba temblar debajo de ella en exagerados
espasmos. Enseguida ella empezó a sentir un gran número de arcadas.
Chorreando agua por todo
su cuerpo, la joven salió del jacuzzi a trompicones y se dirigió rápidamente al
wáter donde se agachó y empezó a vomitar y a escupir mientras las lágrimas se
la escapaban en abundancia de sus brillantes ojos verdes.
Dejó de vomitar y tosió
brevemente, se levantó y se enjuagó abundantemente la boca y la cara en el
lavabo. Con el rostro aun desencajado por el angustioso momento que acababa de
pasar y con los ojos aun brillantes y húmedos, se volvió hacia Andrei que
sentado plácidamente en el jacuzzi, mantenía la falsa e hiriente sonrisa en su
rostro lleno de satisfacción.
-Eres un hijo de puta
-acertó a decir la muchacha en ruso, débil, aunque muy claramente.
-Parece que no te ha
gustado princesa, pues aun queda lo mejor. Ven aquí -ordenó el matón
severamente, haciendo un gesto con su mano.
Sofía empezó a andar y en
lugar de meterse en la gran bañera, cogió su ropa echa un ovillo del suelo, al
lado del jacuzzi y se dirigió hacia la salida.
-¡Donde crees que vas
putita! -oyó gritar a su espalda.
Sofía empezó a ponerse
rápidamente el vestido empapado por el agua que le había salpicado, pero
enseguida, con el vestido a medio subir, notó como la atenazaban de su brazo
causándola un fuerte dolor y haciéndola soltar un penoso grito.
-Vuelve a quitarte el
vestido y acompáñame al jacuzzi, princesa. Me has costado mucho dinero y
todavía nos queda tiempo -le dijo el matón en un tono amenazante tirando de ella
hacia el cuarto de baño.
-¡Suéltame cabrón! -gritó
Sofía fuera de sí. Había decidido resistirse pasase lo que pasase antes que
volver a meterse en el jacuzzi o en cualquier otros sitio con aquel hombre-.
¡No quiero que me vuelvas a tocar nunca más! -volvió a gritar entre lagrimas al
mismo tiempo que hincaba las uñas de su mano libre sobre el brazo del matón y
tiraba fuertemente intentando soltarse.
El hombre, al ver la
resistencia de la chica y comprobar la sangre que manaba del arañazo de su
brazo, soltó su puño fuertemente sobre el estomago femenino.
La joven cayó lentamente
de rodillas, sin emitir ningún quejido y sin apenas poder respirar. Sin dejarla
recuperarse, Andrei la cogió de los pelos y tiró fuertemente de ella intentando
que se levantase. Sofía intentó respirar. El pánico empezaba a invadirla, había
desafiado a ese hombre y ahora podría pagarlo muy caro. Pero no se rindió.
Antes de que el pánico ganase más terreno en su interior, con sus dos manos
libres agarro los órganos sexuales del matón y tiró fuertemente antes de que
sus manos resbalasen. El chulo emitió un alarido de dolor y sorprendido soltó a
Sofía, que sin tiempo para escapar, recibió otro fuerte golpe en la cara que la
hizo caer al suelo.
La joven rusa quedó
tumbada boca arriba, con la cabeza hacia un lado, sollozando levemente mientras
que un fino hilo de sangre escapaba de su boca. Respiraba fatigosamente. Andrei
se sentó sobre su vientre colocando sus piernas a ambos lados del cuerpo de la
chica.
-Me lo estas poniendo muy
difícil princesa -la dijo abofeteándola esta vez más despacio.
Sofía gemía débilmente y
su rostro tenía un aspecto lamentable. La sangre manchaba parte de su cara y
numerosas mechas de pelo se pegaban a su piel sudorosa.
-Pégame hasta que me mates
cabrón -dijo de improvisto con una voz ahogada pero claramente entendible-,
porque si no lo haces voy a decir a todos lo que ha pasado esta noche, a Alex y
sus compañeros...
Por un pequeño instante al
matón se le borró su traidora e inseparable sonrisa de la cara, pero enseguida
volvió a aparecer.
-Crees que me dan miedo
esos mafiosos de tres al cuarto. No les tengo miedo princesa -pero el matón
pareció sopesar las palabras de Sofía. Se levantó lentamente y se dirigió al
salón, cogió el pequeño bolso de la chica y se lo tiró a la cara, para acto
seguido, coger su móvil y encargar un taxi.
-Veté de aquí zorra y si
no quieres que alguien resulte malamente herido, no hagas lo que has dicho
-dijo-. En la puerta te espera un taxi.
Sofía se levantó
lentamente. La dolía el estomago y tenía el brazo entumecido, sentía un
increíble escozor por toda su cara como si la hubiesen rociado con agua
hirviendo, pero dejó de sollozar. Recogió su bolso del suelo y terminó de
subirse el vestido. Se puso los zapatos y se limpió la cara con unos pañuelos
de papel, y sin querer saber si estaba lo suficientemente limpia como para que
nadie notase que acababa de pasar por algún trágico percance, salió de aquel
piso.