domingo, 29 de septiembre de 2013

La princesa rusa V


                                          El chulo ucraniano

 

Después de aquella primera experiencia, desagradable pero corta, fue paulatinamente consiguiendo hacer más o menos llevadero el pasar al reservado con un cliente y cada vez se le revolvía menos el estomago y las voces desaparecían mas prontamente.

Pero un nuevo problema apareció para la joven que también le hizo pasar más de un día de los muy malos, ese nuevo problema se llamaba Andrei, uno de los matones de Denis que no paró de acosarla desde el primer día y durante todo el tiempo que ella estuvo en el chalet.

Sofía odiaba a aquellos tipos de infinita arrogancia y prepotencia. No les soportaba y si algo había admirado de su padre, había sido que a pesar de su autoritarismo y tiranía con quienes le rodeaban, siempre había carecido de aquellos aires de arrogancia que acompañaban a Denis y sus matones. Andrei era uno de los peores y aunque la mayoría de las veces tan solo se limitaba a rodear su cuerpo con los brazos y decirla estúpidas palabras al oído, había veces que rompía aquellos límites, como una noche de últimos de julio en la que Sofía se encontraba disfrutando de su corto tiempo de descanso en la relajante terraza que había en el piso de arriba del chalet, tomándose un escocés en una de las cómodas sillas de jardín. Andrei entró en la pequeña terraza y sin decir nada, se sentó al lado de la joven, con una burlona sonrisa en su pequeña boca. Se quitó la fina americana y comenzó a echar sobre la acristalada mesa un poco de aquel polvo blanco que ella había observado que repartía --vendía-- a muchas de las chicas y que le habían ofrecido en alguna ocasión. Siempre lo había rechazado, sabía que aquella droga conseguía que muchas de las jóvenes aguantasen mucho mejor, noche tras noche, aquel ingrato trabajo para muchas de ellas. Como en el sexo, a ella nadie le había informado directamente sobre las drogas, y mucho menos en el colegio interno donde estudió y donde esos temas eran prácticamente tabúes, pero igualmente absorbía toda la escasa información que le había ido llegando a través de algunos libros y de programas de televisión, y ya poseía suficientes datos para saber del inconmensurable poder de adicción y destrucción para con los humanos de aquella droga, muchísimo más que el alcohol, y ella era consciente de que se encontraba en un buen momento para que aquella sustancia pudiese convertirse en su dueña y señora; así que de momento intentaría seguir aguantando su pesadilla tan solo con los combinados de su adorable escocés.

Andrei, con una pequeña herramienta y con una gran habilidad, trazó dos blancas rayas de aquel polvo sobre la superficie de la mesa y aspiró una de ellas a través de una especie de pequeño canuto, invitando a Sofía a que le acompañase.

-Vamos princesa, es para ti. Para que te animes y lo pasemos bien juntos -la dijo el rubio larguirucho, aunque atractivo chulo, sin desprenderse de su hipócrita sonrisa.

Sofía estuvo a punto, como lo había hecho en anteriores ocasiones, de aceptar la invitación y absorber aquel polvo directamente hacia su cerebro. Quizá la terminase de ayudar a mantenerse a flote en aquel espeso fango en el que estaba inmersa. Total... que importaba ya. Finalmente desistió, con el pensamiento firme que aun perduraba dentro de ella con cierta fuerza, de que quizá en un futuro, alguien le diese una oportunidad para al menos, intentar ser feliz en una vida completamente diferente.

-Te lo agradezco Andrei, pero ya sabes que “paso” -dijo en un español que día a día dominaba más correctamente. Pronunció las palabras sonriendo y muy suavemente. A pesar de que aborrecía a aquellos matones, intentaba ser amable con ellos pensando que sería beneficioso para ella, aunque en el caso de Andrei y dado el desorbitado interés que éste tenía puesto en ella, pensaba que podría llegar a ser peligroso.

Sin prestar demasiada atención a las palabras de la chica, Andrei se levantó y se colocó detrás de ella. El matón empezó a masajear con sus dos manos, el fino y elegante cuello de la joven, continuó con los hombros desnudos hasta alcanzar los pechos, donde detuvo sus manos.

Agachó la cabeza y susurró al oído de Sofía:

-Vamos a un jacuzzi a pasarlo bien, princesa.

Sofía permitió que las manos del hombre desabrochasen la corta cremallera de la parte delantera de su top y masajeasen sus senos desnudos con una brusca suavidad. Después de los días que ya había pasado en España, no le hubiese importado meterse en el jacuzzi con aquel cabrón si hubiese tenido la certeza de que después la dejaría en paz. Pero intuía que pasaría justamente lo contrario y por ningún motivo quería que alguno de aquellos semidioses la considerase su amante, su novia o algo semejante.

-No creo que Denis aprobase que tú y yo nos acostásemos en horas de trabajo -dijo la joven intentando persuadirle de su idea, mientras apartaba con energía las manos del hombre y se levantaba abrochándose nuevamente la cremallera del top.

-Al diablo con Denis, a él no le importa que tu y yo echemos unos buenos “polvos” -sentenció Andrei aunque Sofía ya había cogido su bolso de encima de la mesa y había echado una última melancólica mirada a su escocés que todavía llenaba prácticamente el vaso.

-Lo siento de veras Andrei, pero no creo que sea una buena idea -dijo dirigiéndose a la puerta de salida de la pequeña terraza.

Pero con una gran agilidad, el matón le dio alcance enseguida y agarrándola fuertemente de la larga melena, tiró de su cabeza hacia atrás, haciéndola que se girase bruscamente hacia él.

-¿Que pasa princesa? ¿Piensas que no la tengo tan grande como esos tíos que te follan a diario?

La muchacha dio un pequeño grito de dolor y empezó a sentir miedo, pero en contra del terror que le agobiaba los primeros días a que le hiciesen daño, aquel miedo no le hizo perder el control sobre sí misma. Si aquel cabrón deseaba que le complaciese sexualmente, tendría que obligarla.

-No deseo hacer el amor contigo Andrei, quizá en otro momento.

La impresionante e inesperada bofetada, hizo caer a Sofía al suelo a la vez que soltaba un lastimoso y doloroso aullido.

El matón, después de coger tranquilamente su americana y con una mezcla de guasa y de rabia, se despidió de ella diciéndola:

-Te aseguro que acabarás metiéndote en el jacuzzi conmigo, todas lo hacen, y te la meteré por todos tus preciosos agujeritos princesa, porque no eres más que otra asquerosa puta.

La chica quedó tendida en el suelo, sollozando y dolorosamente aturdida, bajo millones de parpadeantes estrellas y el siempre hechizante reflejo de una creciente luna. De repente, llegó a ella aquella desoladora amargura que la acompañó incansablemente durante sus primeras horas en España y que afortunadamente la abandonaba durante bastante tiempo en los últimos días.

Se levantó y sin dejar de llorar se dirigió al pequeño aseo que había junto a la terraza y allí, escupió un grumoso pegote de saliva teñido de un color rojo brillante. Se enjuagó hasta que la pequeña herida del interior de su boca dejó de sangrar. Se miró en el espejo. Su mejilla izquierda tenía un color ligeramente más oscuro que la otra, aunque afortunadamente no estaba hinchada. Se puso un poco mas de maquillaje hasta igualar el color de ambas mejillas y respiró hondo hasta que pudo dejar de llorar. Se tomó una de las pastillas que llevaba en el pequeño bolso para los dolores de cabeza y cogió su cubata. Se lo termino de beber prácticamente de un trago y se dirigió hacia el bar para continuar con su trabajo.

Otro día de los muy malos o pésimo, fue cuando descubrió de que se trataban las llamadas salidas y que también tuvo como protagonista a su admirador Andrei y este cumplió su promesa, al menos en parte.

Había pasado poco más de una semana desde que Sofía recibió la bofetada y el mes de agosto estaba en su plenitud. Había bajado de una manera notoria la afluencia de clientes al chalet, por las vacaciones, según le explicaron y había días de diario en los que apenas tomaba un par de copas de acompañamiento.

Durante aquel mes de agosto había, en ocasiones, demasiadas chicas para los clientes que llegaban al chalet, por lo que aumentaba la competencia entre las que estaban allí para ganar dinero. Sofía no competía y su porcentaje de entradas a los reservados bajo considerablemente en aquellos días al igual que el número de copas. Ella estaba encantada, por supuesto, aunque intentaba que Denis no se lo notase demasiado por si intentaba mandarla a algún sitio donde hubiese más trabajo.

Eran las tres de la madrugada de uno de aquellos días en los que había poco trabajo, cuando Sofía vio como se le acercaban Denis y Andrei. Este último, desde que la pegó, se había vuelto a acercar a ella en alguna ocasión, pero Sofía ya no le sonreía y quitándose rápidamente las manos que la ponía encima, se apartaba de su lado sin mirarle a la cara. Ya no le tenía miedo. Imaginaba que el máximo daño que le podía hacer era darla otra bofetada. Lo realmente importante para ellos era el dinero y ella se lo proporcionaba en buena cantidad a pesar de no ser una de las chicas que mas pasaba a los reservados, por lo que la tenían que mantener sana. Además, por lo que había observado en todo aquel tiempo --Sofía era una verdadera máquina de observación y retenía en su memoria toda la información que la aportaba esa observación--, tenía casi plena certeza de que ella no pertenecía a Denis y a sus secuaces. Ella estaba allí “prestada”. Ella era propiedad de los “otros”, el grupo al que pertenecía Alex, su “consejero” y cada vez más su amigo. Imaginaba que si alguno de los matones de Denis la ocasionaba algún daño, podrían tener problemas con los “otros”.

Sofía sonrió a Denis y sintió lastima de como un hombre tan increíblemente guapo, pudiese ser a la vez tan odioso e inhumano.

Denis la saludó con aquella maldita hipocresía.

-Tengo que explicarte algo, preciosa -anunció-. Aquí tenemos algo a lo que llamamos salidas, probablemente habrás oído algo a alguna de las chicas.

A ella nadie le había hablado de ello, pero si había observado como en ocasiones, alguna chica abandonaba el local en compañía de algún cliente en horas de trabajo y recordaba también como en una ocasión, un hombre la propuso salir fuera del chalet a tomar una copa y como notó la sorpresa de éste cuando ella le dijo que no podía salir de allí, aunque el hombre no insistió.

-No sé nada de eso -contestó intranquila, con su suave y preciosa voz de terciopelo.

-Es lo mismo -continuó Denis-. El caso es que las chicas que trabajan aquí pueden salir un rato con un cliente si éste paga la cantidad correspondiente. A ti no se te había dicho porque como sabes, tú eres un caso algo diferente a las demás y tu salida se hace dificultosa -Denis hizo una pausa y enseguida continuó con una gran alegría en su voz-. Pero esta noche es distinto, nuestro buen amigo Andrei quiere irse contigo a invitarte a una copa por ahí.

Sofía quedó perpleja y aterrorizada, aquel cabrón no la iba a dejar en paz nunca.

-Pero yo no quiero irme con él -exclamó enérgicamente, aunque con los ojos brillantes.

-Querida Sofía -dijo Denis aumentando al infinito su hipocresía-, creía que lo tenías asumido, si un cliente paga, tú no te puedes negar, ¿entiendes?

-Pero él no es un cliente y no ha pagado por echar un polvo conmigo -dijo angustiosamente.

-Una vez que pague se convertirá en cliente y te aseguro que pagará.

Sofía estaba a punto de llorar de angustia y de rabia. Odiaba a aquellos tipos. Disfrutaban enormemente viendo como explotaba su cuerpo día tras día con absolutos desconocidos para que ellos ganasen dinero y no conformes, también ellos querían aprovecharse de ella.

-Y si me niego -dijo claramente a pesar del nudo que se la estaba formando en la garganta.

Denis la sonrió con una de sus engreídas muecas.

-Eres lista Sofía. Sabes que nadie te va a forzar a que te vayas con Andrei, ¿verdad? Pero te aseguro que como no salgas por la puerta con Andrei, esta misma noche te llevaran, no yo ni Andrei sino quien tu sabes, a uno de esos apestosos clubs donde algún apestoso viejo terminara corriéndose en tu precioso coñito.

La joven llena de angustia pensó que Denis tenía razón y si se negaba habiendo dinero de por medio enseguida la volverían a mandar al correccional y de ninguna manera quería volver al club. No pudo evitar ponerse a llorar, esta vez de rabia y odio más que de miedo y angustia, ante la mirada atenta de algún cliente cercano que seguramente se preguntaba muy morbosamente que la pasaría a aquella preciosa “zorrita”.

-Vamos Andrei -le dijo a su secuaz-, paga y llévate a Sofía.         

El chulo ucraniano con una gran satisfacción en su rostro, entregó una tarjeta de crédito al camarero que se la devolvió después de pasarla por la máquina. Agarró a la chica por la mano y tirando de ella, salieron del chalet.

Sofía se paso todo el viaje hasta que llegaron al apartamento de Andrei, mirando por la ventanilla del automóvil a la bulliciosa y dinámica, aun en agosto, noche madrileña.

Fue su peor experiencia en todo el tiempo que trabajó como prostituta en Madrid, a pesar de que a aquellas alturas ya era capaz de soportar el acostarse con un desconocido.

Andrei no era desconocido para ella pues llevaba viéndole prácticamente desde que llego al chalet y además, era un tipo físicamente agradable y limpio. Pero Sofía detestaba profundamente a ese chulo engreído y orgulloso y el tener que estar simplemente a su lado, lo aborrecía mucho más que estar con cualquier panzudo con aliento a mil demonios.

Andrei hizo sentarse a Sofía en el cómodo y moderno sillón de tres plazas que presidía el salón de su apartamento. Mientras se sentaba, la joven pensó que lo primero que haría aquel chulo seria sacar un poco de cocaína e invitarla a que le acompañase, pero por contra, el hombre abrió una especie de nevera simulada entre un lujoso mueble de madera, y sacó una botella de champan.

-Te gusta el champan -afirmó el hombre más que preguntó con su inseparable sonrisa de hipócrita, y sin esperar una respuesta de la chica, abrió la botella y lleno dos copas-. Realmente no comprendo porque no te agrado princesa, yo simplemente quiero que lo pasemos bien, como haces con los tipos que te follas en el chalet, pero da igual, te dije que te meterías con migo en un jacuzzi y así va a ser princesa, te guste o no.

Dio una copa llena de champan a Sofía y enseguida, después de beberse la suya de un solo trago, se arrodilló delante de la chica y le quitó la copa de su mano dejándola en el suelo.

Sofía llevaba puesto aquel día, un vestido blanco de una tela suave, brillante y muy fina que se ajustaba perfectamente a todo su cuerpo; el vestido, más largo de lo habitual, la cubría hasta por debajo de las rodillas y carecía de un escote demasiado pronunciado, aunque en su parte inferior tenía una amplia apertura frontal que en ocasiones, especialmente cuando la joven andaba lentamente, permitía contemplar parte de sus brillantes y preciosos muslos en una espectacular imagen mezcla de erotismo y sensualidad. El matón aparto la tela del vestido dejando al descubierto las piernas y puso las manos sobre los muslos de la chica, comenzando a acariciarlos con excesiva vehemencia, mientras intentaba besarla en la boca, algo que le resultó prácticamente imposible, porque ella la cerró y apretó los labios con todas sus fuerzas, intentaba que nadie la besase en la boca y muchos menos se lo iba permitir a aquel matón. El chulo, al ver fallido su intento, continuó bajando su boca por el cuello, mientras subía sus manos y descolgaba los finos tirantes del vestido, dejando al descubierto el fino sujetador blanco que desabrochó con gran habilidad.

Sofía estaba rabiosa, estaba terriblemente cabreada porque aquel hombre al que detestaba con toda su alma, estuviese encima de ella, besándola y tocándola. Desde que trabajaba en el chalet nunca se había sentido así, simplemente, se había sentido angustiada, con una inconsolable tristeza y con una infinita resignación ante su maldita suerte. Probablemente antes de llegar a España, tampoco se había sentido nunca así, ni siquiera cuando los secuaces de su padre la encontraron después de haberse escapado junto a Shirko y la condujeron al piso desde donde partiría directamente hacia Madrid sin darla ninguna explicación y sin que su padre hablase directamente con ella. Desde entonces no había vuelto a saber nada de Shirko. No sintió enfado, ni ira, solamente una infinita impotencia acompañada de una terrible tristeza y amargura.

Pero aquel día en el piso de Andrei, estaba cabreada, sentía odio y rabia; quizá aquellos días haciendo de “puta” la habían endurecido el corazón y ahora era capaz de sentir un odio inmenso hacia el hombre que en aquellos momentos la besaba y mordía haciéndola daño en muchas ocasiones.

Sabía que no podía hacer nada. Aquel hombre había hecho que pagaba por acostarse con ella, porque estaba completamente segura de que Denis le devolvería su dinero si es que había llegado a cogerlo, pero ante los “otros” había pagado y si se negaba seguramente la esperaba el club. Debía aguantar hasta que aquella pesadilla terminase lo más rápidamente posible, así que cerró los ojos y apretando los labios rabiosamente, esperó a que Andrei terminase, mientras pensaba con curiosidad, que las voces inquisidoras y las ganas de vomitar no habían aparecido.

Al cabo de unos minutos en los que el hombre sacio parte de su apetito, cogió la botella de champan y condujo con premura a la chica hacia un espacioso cuarto de baño en cuyo centro burbujeaba el agua de un gran jacuzzi.

-Ves -la dijo Andrei con sorna mientras se desnudaba con una gran rapidez-, aquí también tenemos jacuzzi. Termina de desnudarte princesa.      

Sofía obedeció y terminó de desnudarse lentamente, se metió despacio en el jacuzzi donde ya la esperaba el matón. Se sentó apoyando su espalda en el borde, con el agua cubriéndola hasta por debajo de sus pechos.

Enseguida el hombre, aun con la botella de champan en la mano, volvió al ataque intentando besarla en la boca, nuevamente sin suerte, y ante la sorpresa de Sofía, el ucraniano comenzó a verter el líquido que quedaba dentro de la botella sobre su cuerpo. Permaneció quieta sintiendo como el burbujeante champagne se deslizaba por su piel mezclándose con el agua, a la vez que aguantaba las embestidas del chulo.

Al cabo de un rato, el hombre apoyó sus brazos en el borde del jacuzzi y se estiró todo lo largo que era.

-Vamos princesa cómetelo, es para ti -la dijo con una voz ronca y entrecortada.

Sofía, prácticamente obligada por el matón que puso sus manos fuertemente sobre su cabeza dirigiendo su boca hacia el duro músculo masculino que surgía del agua como un mástil carnoso, rezó para que su estomago no le jugase ninguna mala pasada; pero enseguida se olvidó de su estomago cuando sintió como las manos del matón apretaban mucho mas fuerte su cabeza por ambos lados y la obligaban a moverla enérgicamente de arriaba a abajo. La joven agarró los brazos del hombre fuertemente con sus manos intentando liberarse sin mucha fortuna. Escuchó impotente los insoportables alaridos de placer del chulo ucraniano mientras que en su boca abierta se introducía abundante agua del jacuzzi, pensando que se ahogaría irremisiblemente si el indeseable Andrei no la soltaba pronto. Tras unos eternos segundos, notó como la presión de las manos del hombre se aflojaba de inmediato al tiempo que le notaba temblar debajo de ella en exagerados espasmos. Enseguida ella empezó a sentir un gran número de arcadas.

Chorreando agua por todo su cuerpo, la joven salió del jacuzzi a trompicones y se dirigió rápidamente al wáter donde se agachó y empezó a vomitar y a escupir mientras las lágrimas se la escapaban en abundancia de sus brillantes ojos verdes.

Dejó de vomitar y tosió brevemente, se levantó y se enjuagó abundantemente la boca y la cara en el lavabo. Con el rostro aun desencajado por el angustioso momento que acababa de pasar y con los ojos aun brillantes y húmedos, se volvió hacia Andrei que sentado plácidamente en el jacuzzi, mantenía la falsa e hiriente sonrisa en su rostro lleno de satisfacción.

-Eres un hijo de puta -acertó a decir la muchacha en ruso, débil, aunque muy claramente.

-Parece que no te ha gustado princesa, pues aun queda lo mejor. Ven aquí -ordenó el matón severamente, haciendo un gesto con su mano.

Sofía empezó a andar y en lugar de meterse en la gran bañera, cogió su ropa echa un ovillo del suelo, al lado del jacuzzi y se dirigió hacia la salida.

-¡Donde crees que vas putita! -oyó gritar a su espalda.

Sofía empezó a ponerse rápidamente el vestido empapado por el agua que le había salpicado, pero enseguida, con el vestido a medio subir, notó como la atenazaban de su brazo causándola un fuerte dolor y haciéndola soltar un penoso grito.

-Vuelve a quitarte el vestido y acompáñame al jacuzzi, princesa. Me has costado mucho dinero y todavía nos queda tiempo -le dijo el matón en un tono amenazante tirando de ella hacia el cuarto de baño.

-¡Suéltame cabrón! -gritó Sofía fuera de sí. Había decidido resistirse pasase lo que pasase antes que volver a meterse en el jacuzzi o en cualquier otros sitio con aquel hombre-. ¡No quiero que me vuelvas a tocar nunca más! -volvió a gritar entre lagrimas al mismo tiempo que hincaba las uñas de su mano libre sobre el brazo del matón y tiraba fuertemente intentando soltarse.

El hombre, al ver la resistencia de la chica y comprobar la sangre que manaba del arañazo de su brazo, soltó su puño fuertemente sobre el estomago femenino.

La joven cayó lentamente de rodillas, sin emitir ningún quejido y sin apenas poder respirar. Sin dejarla recuperarse, Andrei la cogió de los pelos y tiró fuertemente de ella intentando que se levantase. Sofía intentó respirar. El pánico empezaba a invadirla, había desafiado a ese hombre y ahora podría pagarlo muy caro. Pero no se rindió. Antes de que el pánico ganase más terreno en su interior, con sus dos manos libres agarro los órganos sexuales del matón y tiró fuertemente antes de que sus manos resbalasen. El chulo emitió un alarido de dolor y sorprendido soltó a Sofía, que sin tiempo para escapar, recibió otro fuerte golpe en la cara que la hizo caer al suelo.

La joven rusa quedó tumbada boca arriba, con la cabeza hacia un lado, sollozando levemente mientras que un fino hilo de sangre escapaba de su boca. Respiraba fatigosamente. Andrei se sentó sobre su vientre colocando sus piernas a ambos lados del cuerpo de la chica.

-Me lo estas poniendo muy difícil princesa -la dijo abofeteándola esta vez más despacio.

Sofía gemía débilmente y su rostro tenía un aspecto lamentable. La sangre manchaba parte de su cara y numerosas mechas de pelo se pegaban a su piel sudorosa.

-Pégame hasta que me mates cabrón -dijo de improvisto con una voz ahogada pero claramente entendible-, porque si no lo haces voy a decir a todos lo que ha pasado esta noche, a Alex y sus compañeros...

Por un pequeño instante al matón se le borró su traidora e inseparable sonrisa de la cara, pero enseguida volvió a aparecer.

-Crees que me dan miedo esos mafiosos de tres al cuarto. No les tengo miedo princesa -pero el matón pareció sopesar las palabras de Sofía. Se levantó lentamente y se dirigió al salón, cogió el pequeño bolso de la chica y se lo tiró a la cara, para acto seguido, coger su móvil y encargar un taxi.

-Veté de aquí zorra y si no quieres que alguien resulte malamente herido, no hagas lo que has dicho -dijo-. En la puerta te espera un taxi.

Sofía se levantó lentamente. La dolía el estomago y tenía el brazo entumecido, sentía un increíble escozor por toda su cara como si la hubiesen rociado con agua hirviendo, pero dejó de sollozar. Recogió su bolso del suelo y terminó de subirse el vestido. Se puso los zapatos y se limpió la cara con unos pañuelos de papel, y sin querer saber si estaba lo suficientemente limpia como para que nadie notase que acababa de pasar por algún trágico percance, salió de aquel piso. 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario