La búsqueda
Poco más tarde, los dos colombianos abandonaban el piso dejando los tres
cadáveres dentro. Bajaron al portal y salieron sigilosamente.
Fredo tenía claro que debían de comenzar la búsqueda de la puta rusa sin
ninguna pérdida de tiempo; el pistolero calculó, que si el ruso se había
escapado de madrugada y en las condiciones tan pésimas en las que se
encontraba, debía de haber tardado un buen rato en recorrer la distancia que
separaba el piso donde tenían el cuartel general los mafiosos de Glaskov y
donde ellos les habían acorralado, hasta la calle Estrella. Quizá hubiese
llegado ya entrada la mañana y dadas las condiciones en las que se encontraba
el cadáver, era muy probable que hubiese sido así, por lo qué la joven ya hacía
rato que estaría enterada de que alguien la perseguía y ya llevaría alguna
hora, como mínimo, huyendo. Demasiado. Si no era tonta, en todo ese tiempo ya
podría estar muy lejos de allí.
Caminaron durante un buen rato por las calles de Madrid hasta que se
alejaron lo suficiente de la calle Estrella y entraron en un bar donde tomaron
dos cervezas frías. Sin tiempo para apurarlas, Fredo entregó la foto de Sofía a
Daniel y le dio la orden para que pusiese en marcha el dispositivo de búsqueda.
Daniel sabía perfectamente lo que tenía que hacer, dejó su jarra de cerveza
sobre la barra y salió a la calle.
Fredo tenía gran confianza en su joven compatriota, ahora solo era un joven
sicario con la mano suficientemente fría como para poder disparar muy
certeramente sobre cualquier cosa que interrumpiese su camino, pero seguro que
pronto, si la muerte no decidía llevarle con ella, podría seleccionar a sus
víctimas y ganar mucho dinero. Pronto podría convertirse en un autentico
pistolero, en un autentico asesino a sueldo.
Daniel, a sus veintitrés años, llevaba afincado ya un tiempo en Madrid,
desde que Fredo descubriese sus excelentes cualidades en la lejana Colombia y
decidiese llevarle como colaborador a España. Siempre estaba dispuesto a servir
a Fredo, al que rendía plena pleitesía. En menos de una hora, el joven sicario,
se encargaría de que la descripción de la putita volase entre el grupo de
jóvenes colombianos y de otros países que tenía bajo su control.
Cabía la posibilidad de que la chica estuviese desorientada y perdida, por
lo que el dispositivo de Daniel tenía bastantes posibilidades de éxito.
Fredo estaba casi seguro de que el grupo de Daniel sería suficiente para
dar con los huesos de la putita y no tener que utilizar otros contactos, que
aunque más poderosos, también podrían suponer un riesgo para su integridad
física y profesional.
Terminó su cerveza y salió del bar. No quería perder ni un solo segundo,
cogió un taxi e indicó al taxista la dirección del chalet que la prostituta
ucraniana le había dado, allí intentaría obtener información por su cuenta de
la hija del mafioso moscovita mientras esperaba noticias de Daniel. Solo por si
acaso, porque aquel asunto tenía toda la pinta de ser un trabajo fácil que
además, le iba a reportar una buena cantidad de plata, ya qué cuando se trataba
de vengar la sangre, los capós no escatimaban en dinero.
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